/ lunes 5 de julio de 2021

Economía 4.0 | El costo de la inflación

La escalada en precios ha afectado a uno de los productos más sensibles para las familias mexicanas, la tortilla. El incremento era predecible y no es el único.

La sociedad mexicana debe enfrentar una presión en precios que se ha generalizado y no es temporal, un hecho que provocó el incremento en la tasa de referencia del Banco de México.

La relevancia de la tortilla en la vida diaria de los mexicanos es innegable porque forma parte esencial en la alimentación de los hogares más pobres, aquellos que enfrentan fuertes restricciones para comprar carne, pescado o pollo y que utilizan la tortilla para cubrir su necesidad más básica.

Al igual que en el caso de la gasolina, el aumento en el precio de la tortilla ha acaparado la atención mediática. No obstante, debe considerarse que la inflación se ha hecho presente en un grupo amplio de bienes, tanto para los hogares como para las empresas.

El aumento en los precios de los productos importados, entre ellos los energéticos y sus derivados, ha causado el correspondiente incremento en los precios de las gasolinas, un fenómeno ante el cual el gobierno federal tiene escaso margen de maniobra, básicamente por la dependencia que México tiene respecto de los combustibles foráneo. Algo similar ocurre en con los alimentos.

¿Era algo previsible? El incremento en los precios internacionales de las materias primas comenzó a finales de abril del 2020, es decir, se ha gestado a lo largo de un año, por lo que no debería ser una sorpresa.

A partir de ese momento, la fuerte demanda de materias primas generada por la recuperación económica de China y otros países asiáticos debió ser el primer factor por considerar.

Para diciembre del 2020 era claro que los precios de los energéticos y sus derivados, de los alimentos, los minerales, la chatarra y diversos productos metálicos habían alcanzado niveles no observados en años y que a lo largo del primer semestre del 2021 incidirían en los precios de bienes intermedios y finales que se fabrican con ellos.

Además, el precio de los futuros de las materias primas anunciaba que la inflación no sería algo temporal, un hecho que sigue gravitando en la economía global.

La inflación en México dio una señal clara de lo descrito al llegar a 4.7% en marzo y ubicarse fuera del objetivo de Banxico. Para abril el foco paso de amarillo a rojo cuando alcanzó el 6.1%. El 5.9% de mayo y el 6.02% de la primera quincena de junio confirmaron la situación.

El aumento en las tasas de interés por parte del Banco de México fue una señal alineada a las declaraciones de la Reserva Federal en Estados Unidos y reactiva ante la presión en precios. Se terminó con la época de bajas tasas de interés.

Un aspecto adicional por considerar es la inflación subyacente: alcanzó 4.6% durante la primera quincena de junio.

Con ello se confirma que la inflación tiene un componente estructural que no se revertirá al elevar las tasas de interés, al menos sin afectar el crecimiento. El Banco de México se encuentra en una encrucijada.

Para el Gobierno de México la situación no es más fácil: el problema no se resolverá con importaciones porque los precios de las materias primas se han elevado en todo el orbe. Salvo en el caso de bienes que lleguen con dumping, es decir que no cumplan las reglas de la competencia justa.

Así, la nueva etapa generada por la crisis del COVID-19 ha llegado: el super ciclo solo se podrá enfrentar con medidas integrales que favorezcan la productividad y la competitividad de las empresas mexicanas, es momento de estrategias integrales.

La escalada en precios ha afectado a uno de los productos más sensibles para las familias mexicanas, la tortilla. El incremento era predecible y no es el único.

La sociedad mexicana debe enfrentar una presión en precios que se ha generalizado y no es temporal, un hecho que provocó el incremento en la tasa de referencia del Banco de México.

La relevancia de la tortilla en la vida diaria de los mexicanos es innegable porque forma parte esencial en la alimentación de los hogares más pobres, aquellos que enfrentan fuertes restricciones para comprar carne, pescado o pollo y que utilizan la tortilla para cubrir su necesidad más básica.

Al igual que en el caso de la gasolina, el aumento en el precio de la tortilla ha acaparado la atención mediática. No obstante, debe considerarse que la inflación se ha hecho presente en un grupo amplio de bienes, tanto para los hogares como para las empresas.

El aumento en los precios de los productos importados, entre ellos los energéticos y sus derivados, ha causado el correspondiente incremento en los precios de las gasolinas, un fenómeno ante el cual el gobierno federal tiene escaso margen de maniobra, básicamente por la dependencia que México tiene respecto de los combustibles foráneo. Algo similar ocurre en con los alimentos.

¿Era algo previsible? El incremento en los precios internacionales de las materias primas comenzó a finales de abril del 2020, es decir, se ha gestado a lo largo de un año, por lo que no debería ser una sorpresa.

A partir de ese momento, la fuerte demanda de materias primas generada por la recuperación económica de China y otros países asiáticos debió ser el primer factor por considerar.

Para diciembre del 2020 era claro que los precios de los energéticos y sus derivados, de los alimentos, los minerales, la chatarra y diversos productos metálicos habían alcanzado niveles no observados en años y que a lo largo del primer semestre del 2021 incidirían en los precios de bienes intermedios y finales que se fabrican con ellos.

Además, el precio de los futuros de las materias primas anunciaba que la inflación no sería algo temporal, un hecho que sigue gravitando en la economía global.

La inflación en México dio una señal clara de lo descrito al llegar a 4.7% en marzo y ubicarse fuera del objetivo de Banxico. Para abril el foco paso de amarillo a rojo cuando alcanzó el 6.1%. El 5.9% de mayo y el 6.02% de la primera quincena de junio confirmaron la situación.

El aumento en las tasas de interés por parte del Banco de México fue una señal alineada a las declaraciones de la Reserva Federal en Estados Unidos y reactiva ante la presión en precios. Se terminó con la época de bajas tasas de interés.

Un aspecto adicional por considerar es la inflación subyacente: alcanzó 4.6% durante la primera quincena de junio.

Con ello se confirma que la inflación tiene un componente estructural que no se revertirá al elevar las tasas de interés, al menos sin afectar el crecimiento. El Banco de México se encuentra en una encrucijada.

Para el Gobierno de México la situación no es más fácil: el problema no se resolverá con importaciones porque los precios de las materias primas se han elevado en todo el orbe. Salvo en el caso de bienes que lleguen con dumping, es decir que no cumplan las reglas de la competencia justa.

Así, la nueva etapa generada por la crisis del COVID-19 ha llegado: el super ciclo solo se podrá enfrentar con medidas integrales que favorezcan la productividad y la competitividad de las empresas mexicanas, es momento de estrategias integrales.