/ lunes 13 de junio de 2022

Reflejos de Sol | ¿Y el asesino de Ángel Yael?

El 27 de abril y el 6 de junio de 2022 quedarán marcados como dos de los días más tristes de la historia de Guanajuato.

En la primera fecha, nunca, nunca debemos olvidar lo que ocurrió en El Copal, en Irapuato, cuando elementos de la Guardia Nacional abrieron fuego contra el vehículo en que viajaba Ángel Yael Rangel y lo mataron.

Ángel Yael era estudiante de agricultura de la Facultad de Ciencias de la Vida en la Universidad de Guanajuato.

Esos fueron días turbulentos en Irapuato. De desconcierto. Agarraron a uno y luego lo liberaron. Agarraron a otro y lo vincularon a proceso. Y ahí terminó la historia.

No estamos hablando de la aprehensión de delincuentes comunes. Estamos hablando de elementos de la Guardia Nacional, unos de extracción militar, otros de la Marina. Estamos hablando del personal mejor armado y más capacitado para protegernos a los ciudadanos.

IMPUNIDAD

En 15 días se van a cumplir dos meses del abominable suceso. Mientras no haya justicia, mientras no sentencien al o los culpables los guanajuatenses seguiremos de luto. No hay una sola razón, una sola que justifique lo que sucedió.

En todos los delitos siempre hay autores materiales e intelectuales. El que está preso, suponemos, vinculado a proceso, es uno de los autores materiales. Al primero que disparó lo liberaron porque supuestamente no fue quien mató a Ángel.

Eso significa que al menos dos dispararon. ¿Y si fueron más? Ahora bien, es prácticamente imposible que un elemento de la GN o del Ejército o de la Marina se vuelvan locos y disparen a la población civil. ¿Pero dos… o más?

¿Alguien les dio la orden de disparar? ¿Por qué? Es nuestro 68. Aunque fueran Ángel y su acompañante herida solamente. Es lo mismo. Soldados disparan contra civiles sin razón aparente.

BARRÓN

Y mientras seguimos esperando justicia en el caso de Ángel Yael, justo cuando caía la noche del 6 de junio en la comunidad de Barrón, en el municipio de Salamanca, Estefanía, Pamela Rubí, Eleuterio y Guadalupe, todos ellos de 17 años de edad y José Guadalupe, de 18 fueron acribillados y muertos, en el mismo suceso que Juana, de 65 años.

No es normal ni común que personas como ellos hayan perdido la vida de esa manera. Hasta ahora lo que se sabe es que eran estudiantes aplicados, que trabajaban para mantenerse a ellos y a sus familias, que habían obtenido premios.

Justamente eran como todos quisiéramos que fuera la juventud de este país. Así que no se explica por qué les quitaron la vida. ¿Son nuestros "43"?

Tal pareciera que en ambos casos, en Copal y en Barrón, se rompieron los protocolos. De un lado por parte de la autoridad y del otro lado porque es muy difícil explicar lo que la Fiscalía General de Justicia del Estado de Guanajuato de todas maneras tendrá que investigar y explicar.

RESPUESTAS

Ya sabemos cómo le va a los medios de comunicación cuando se ponen a sacar conjeturas adelantadas, a especular o a hacerle al detective. No es nuestra labor. No somos fiscales. Lo que sí podemos hacer y seguiremos haciendo es exigir respuestas, dar voz a las víctimas pero sobre todo recordar.

En Europa, sobre todo en Francia y Alemania, existen placas que recuerdan que ahí vivían o estudiaban personas que fueron llevadas a las cámaras de gas en Auschwitz o en otros lugares similares. Para recordar siempre.

No debemos olvidar a Ángel, Estefanía, Pamela Rubí, Eleuterio, Guadalupe, José Guadalupe y Juana. Tampoco a las personas que perdieron la vida en el Hotel Gala en Celaya. O a los policías asesinados. Porque todas son vidas arrancadas por personas que no tenían derecho a dispararles y matarlos.

NUNCA MÁS

Una vez que concluyen los procesos judiciales la autoridad debiera recapitular e informar a la sociedad qué sucedió. No esperar a que alguien haga una novela, como Las Poquianchis. No. Es responsabilidad de la autoridad porque la herida no solamente es infligida a los deudos, sino a toda la sociedad.

Los guanajuatenses estamos de luto y así debiéramos permanecer. No debemos anestesiar nuestro corazón y recordemos los sucesos del 27 de abril y del 6 de junio. Y al menos que sea así hasta que alguien nos cuente qué sucedió, no por morbo, sino porque es la única manera de aprender y evitar que nos vuelva a suceder.

El 27 de abril y el 6 de junio de 2022 quedarán marcados como dos de los días más tristes de la historia de Guanajuato.

En la primera fecha, nunca, nunca debemos olvidar lo que ocurrió en El Copal, en Irapuato, cuando elementos de la Guardia Nacional abrieron fuego contra el vehículo en que viajaba Ángel Yael Rangel y lo mataron.

Ángel Yael era estudiante de agricultura de la Facultad de Ciencias de la Vida en la Universidad de Guanajuato.

Esos fueron días turbulentos en Irapuato. De desconcierto. Agarraron a uno y luego lo liberaron. Agarraron a otro y lo vincularon a proceso. Y ahí terminó la historia.

No estamos hablando de la aprehensión de delincuentes comunes. Estamos hablando de elementos de la Guardia Nacional, unos de extracción militar, otros de la Marina. Estamos hablando del personal mejor armado y más capacitado para protegernos a los ciudadanos.

IMPUNIDAD

En 15 días se van a cumplir dos meses del abominable suceso. Mientras no haya justicia, mientras no sentencien al o los culpables los guanajuatenses seguiremos de luto. No hay una sola razón, una sola que justifique lo que sucedió.

En todos los delitos siempre hay autores materiales e intelectuales. El que está preso, suponemos, vinculado a proceso, es uno de los autores materiales. Al primero que disparó lo liberaron porque supuestamente no fue quien mató a Ángel.

Eso significa que al menos dos dispararon. ¿Y si fueron más? Ahora bien, es prácticamente imposible que un elemento de la GN o del Ejército o de la Marina se vuelvan locos y disparen a la población civil. ¿Pero dos… o más?

¿Alguien les dio la orden de disparar? ¿Por qué? Es nuestro 68. Aunque fueran Ángel y su acompañante herida solamente. Es lo mismo. Soldados disparan contra civiles sin razón aparente.

BARRÓN

Y mientras seguimos esperando justicia en el caso de Ángel Yael, justo cuando caía la noche del 6 de junio en la comunidad de Barrón, en el municipio de Salamanca, Estefanía, Pamela Rubí, Eleuterio y Guadalupe, todos ellos de 17 años de edad y José Guadalupe, de 18 fueron acribillados y muertos, en el mismo suceso que Juana, de 65 años.

No es normal ni común que personas como ellos hayan perdido la vida de esa manera. Hasta ahora lo que se sabe es que eran estudiantes aplicados, que trabajaban para mantenerse a ellos y a sus familias, que habían obtenido premios.

Justamente eran como todos quisiéramos que fuera la juventud de este país. Así que no se explica por qué les quitaron la vida. ¿Son nuestros "43"?

Tal pareciera que en ambos casos, en Copal y en Barrón, se rompieron los protocolos. De un lado por parte de la autoridad y del otro lado porque es muy difícil explicar lo que la Fiscalía General de Justicia del Estado de Guanajuato de todas maneras tendrá que investigar y explicar.

RESPUESTAS

Ya sabemos cómo le va a los medios de comunicación cuando se ponen a sacar conjeturas adelantadas, a especular o a hacerle al detective. No es nuestra labor. No somos fiscales. Lo que sí podemos hacer y seguiremos haciendo es exigir respuestas, dar voz a las víctimas pero sobre todo recordar.

En Europa, sobre todo en Francia y Alemania, existen placas que recuerdan que ahí vivían o estudiaban personas que fueron llevadas a las cámaras de gas en Auschwitz o en otros lugares similares. Para recordar siempre.

No debemos olvidar a Ángel, Estefanía, Pamela Rubí, Eleuterio, Guadalupe, José Guadalupe y Juana. Tampoco a las personas que perdieron la vida en el Hotel Gala en Celaya. O a los policías asesinados. Porque todas son vidas arrancadas por personas que no tenían derecho a dispararles y matarlos.

NUNCA MÁS

Una vez que concluyen los procesos judiciales la autoridad debiera recapitular e informar a la sociedad qué sucedió. No esperar a que alguien haga una novela, como Las Poquianchis. No. Es responsabilidad de la autoridad porque la herida no solamente es infligida a los deudos, sino a toda la sociedad.

Los guanajuatenses estamos de luto y así debiéramos permanecer. No debemos anestesiar nuestro corazón y recordemos los sucesos del 27 de abril y del 6 de junio. Y al menos que sea así hasta que alguien nos cuente qué sucedió, no por morbo, sino porque es la única manera de aprender y evitar que nos vuelva a suceder.