Alzheimer, el mal que sigue sin cura

Hoy se conmemora el día internacional de esta enfermedad que provoca la pérdida progresiva de la memoria y que afecta a más de 30 millones de personas en todo el mundo

Afp

  · miércoles 21 de septiembre de 2022

El IMSS ofrece rehabilitación por medio de ludoterapia / IMSS-CUARTOSCURO

El Alzheimer, la enfermedad que provoca la pérdida progresiva de la memoria, afecta a más de 30 millones de personas en todo el mundo y aún no tiene cura, destacan los expertos en este día mundial de la enfermedad.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 55 millones de personas en todo el mundo sufren de demencia, de la cual el mal de Alzheimer es la forma más común: representa por el 60 o 70 por ciento de los casos de demencia o en otras palabras, más de 30 millones de personas.

Según la OMS, se prevé que el número de personas que padecen de demencia se triplicará hasta el año 2050, debido al aumento de los casos en países de ingresos bajos y medios.

Esta explosión va a aumentar la pesada carga social de la enfermedad sobre las familias de los enfermos y los sistemas de salud.


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El Alzheimer y la demencia ya se encuentran entre las causas primarias de discapacidad y dependencia entre personas de edad avanzada.

¿Pero qué es exactamente? Descrita por primera vez en 1906 por el médico alemán Alois Alzheimer, esta enfermedad neurodegenerativa lleva a un deterioro progresivo de las capacidades cognitivas hasta que el paciente pierde su autonomía.

Entre los síntomas más comunes figuran los olvidos repetidos, problemas de orientación, trastornos de la función ejecutiva (planificar, organizar, ordenar el tiempo, tener pensamientos abstractos) o los trastornos del lenguaje.


Las causas

Aunque el mal de Alzheimer es la demencia más común entre las personas, sus causas y mecanismos precisos aún se desconocen en gran medida.

Dos fenómenos se encuentran sistemáticamente entre los enfermos de Alzheimer. Por una parte, la formación de placas de las llamadas proteínas amiloides, que comprimen las neuronas y acaban por destruirlas. Por otra, un segundo tipo de proteína, conocida como Tau, presente en las neuronas, se acumulan en los pacientes y también acaban por causar la muerte de las células afectadas.

Sin embargo, aún no está claro cómo se relacionan esos dos fenómenos. También se desconoce en gran medida lo que provoca su aparición e incluso hasta qué punto explican la enfermedad.

Cada vez se cuestiona más la suposición, mantenida durante mucho tiempo, de que la formación de placas amiloides es siempre un factor desencadenante del mal y no la consecuencia de otros mecanismos.


Algunos remedios

A pesar de décadas de investigación, ningún tratamiento permite actualmente curar o incluso prevenir la aparición del mal.

El principal avance desde hace 20 años es un tratamiento del laboratorio estadounidense Biogen que se dirige a las proteínas amiloides. Obtuvo algunos resultados y fue aprobado para ciertos casos por las autoridades de Estados Unidos, pero sus efectos son limitados y se discute su interés terapéutico.


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Cómo se previene

Según el Instituto Nacional de Investigación en Salud y Medicina (Inserm) de Francia, el principal factor de riesgo es la edad: la posibilidad de contraer Alzheimer aumenta a partir de los 65 años y se incrementa después de los 80.

Los factores de riesgo cardiovasculares, como la diabetes o la hipertensión, cuando no se controlan en la mediana edad, también se asocian con una mayor frecuencia de la enfermedad, aunque todavía no se sabe por cuáles mecanismos.

La vida sedentaria es otro factor de riesgo, así como los microtraumatismos craneales observados en ciertos deportistas, como los boxeadores.

Por el contrario, realizar estudios y tener una actividad profesional estimulante, así como una vida social activa, parecen retrasar la aparición de los primeros síntomas y su gravedad.

En tales casos, los especialistas afirman que el cerebro se beneficia de una "reserva cognitiva" que le permite compensar, al menos durante un tiempo, la función de las neuronas perdidas. Este efecto estaría relacionado con la plasticidad cerebral, es decir, la capacidad de adaptación del cerebro.

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