/ martes 16 de octubre de 2018

Las temibles Poquianchis


  • En los años sesenta quedó al descubierto un horripilante caso de tráfico de jovencitas

  • Cuatro lenonas levantaron un imperio donde imperó la esclavitud, prostitución y muerte

En 1964 se destapó la cloaca; la Ley les cayó en su burdel


Esta es una historia que impactó a la sociedad a principios de los años sesenta. Seguramente ha oído usted, amigo lector, hablar de “Las Poquianchis”, apodo que se les dio a cuatro hermanas, dueñas de burdeles y protagonistas de las más aberrantes páginas del crimen en México.

Delfina, María de Jesús, Carmen y María Luisa González Valenzuela fueron hijas del matrimonio entre Isidro Torres y Bernardina Valenzuela, quienes levantaron un imperio mediante el tráfico de mujeres, algunas casi niñas, a las que prostituían en sus tugurios.



El caso de “Las Poquianchis” puso en el mapa mundial de aquella época a los pueblos San Francisco del Rincón, Guanajuato y El Salto, Jalisco, donde nacieron las cuatro hermanas, quienes recorrieron ciudades, pueblos y hasta rancherías para ofrecer, incluso a modo de caravana sexual, su “fresca mercancía” a campesinos, soldados, policías, y a quien solicitara sus servicios.

Delfina fue la más ambiciosa, dejando a un lado sus escrúpulos de mujer honesta, abandonó la casa paterna y en 1958, con la herencia que le dejaron sus padres al morir, estableció una cantina con meseritas cariñosas, que se ofrecían a los parroquianos junto con las copas, en El Salto, Jalisco.

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Pronto se mudó a Lagos de Moreno, en el mismo Estado, e instaló un tipo de motel con sucios y malolientes cuartuchos para los amantes furtivos que buscaban un momento de privacidad y cama. Delfina, astuta y de mente siniestra, condenó a sus jóvenes empleadas al encierro forzoso.

El burdel fue bautizado entonces como “Guadalajara de Noche”. Para entonces las otras hermanas ya se habían sumado al negocio para crecer la “empresa familiar”.



María de Jesús halló un local en León, el cual bautizó como “La Barca de Oro”, pero los lugareños optaron por llamarlo “El Burdel de Las Poquianchis”. El apodo se debe a que el dueño de la cantina que regenteaba María de Jesús era un homosexual conocido con ese mote.

A mediados de enero de 1964 fue cuando Catalina Ortega se las arregló para escapar y llegó hasta donde su madre, Virginia Martínez de Ortega, quien pidió la intervención de la policía. Uniformados y judiciales arribaron primero al burdel “Guadalajara de Noche”, en San Francisco del Rincón, y en seguida al rancho Loma del Ángel. Ahí rescataron a 12 mujeres. Periodistas y agentes no daban crédito a lo que sus ojos miraban. Las damas hablaron del sufrimiento que enfrentaron.

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El 14 de enero de ese año se destapó la cloaca de “Las Poquianchis”. La ley les cayó en su burdel de San Francisco del Rincón. La policía encontró cuando menos diez cuerpos sepultados y varios fetos.

Se calculó que “Las Poquianchis” eran culpables, por lo menos de 30 muertes, 20 inhumaciones clandestinas y del secuestro de 100 mujeres.

El juicio, tanto en San Francisco del Rincón, como en León, fue un espectáculo en el que las acusadas fueron insultadas y hasta hubo intentos de linchamiento.

Delfina y María de Jesús fueron sentenciadas a 40 años de prisión. Las hermanas fueron recluidas en una cárcel de Irapuato, donde en una remodelación del penal, Delfina recibió un golpazo en el cráneo al caer accidentalmente un bote de hojalata con 30 kilos de mezcla. Su agonía duró 15 días; María de Jesús pasó muchos años en la prisión y se dice que salió libre ya muy vieja y se perdió en el anonimato. Carmen murió de cáncer antes que se desatara el escándalo. A María Luisa la enviaron a prisión a Guanajuato y allí enloqueció por sus temores a ser linchada.

Así, a muchos años de distancia, queda el triste recuerdo y testimonio de las víctimas, registrado en nuestros archivos policiacos como uno de los casos más espeluznantes de la historia del crimen en México.


  • En los años sesenta quedó al descubierto un horripilante caso de tráfico de jovencitas

  • Cuatro lenonas levantaron un imperio donde imperó la esclavitud, prostitución y muerte

En 1964 se destapó la cloaca; la Ley les cayó en su burdel


Esta es una historia que impactó a la sociedad a principios de los años sesenta. Seguramente ha oído usted, amigo lector, hablar de “Las Poquianchis”, apodo que se les dio a cuatro hermanas, dueñas de burdeles y protagonistas de las más aberrantes páginas del crimen en México.

Delfina, María de Jesús, Carmen y María Luisa González Valenzuela fueron hijas del matrimonio entre Isidro Torres y Bernardina Valenzuela, quienes levantaron un imperio mediante el tráfico de mujeres, algunas casi niñas, a las que prostituían en sus tugurios.



El caso de “Las Poquianchis” puso en el mapa mundial de aquella época a los pueblos San Francisco del Rincón, Guanajuato y El Salto, Jalisco, donde nacieron las cuatro hermanas, quienes recorrieron ciudades, pueblos y hasta rancherías para ofrecer, incluso a modo de caravana sexual, su “fresca mercancía” a campesinos, soldados, policías, y a quien solicitara sus servicios.

Delfina fue la más ambiciosa, dejando a un lado sus escrúpulos de mujer honesta, abandonó la casa paterna y en 1958, con la herencia que le dejaron sus padres al morir, estableció una cantina con meseritas cariñosas, que se ofrecían a los parroquianos junto con las copas, en El Salto, Jalisco.

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Pronto se mudó a Lagos de Moreno, en el mismo Estado, e instaló un tipo de motel con sucios y malolientes cuartuchos para los amantes furtivos que buscaban un momento de privacidad y cama. Delfina, astuta y de mente siniestra, condenó a sus jóvenes empleadas al encierro forzoso.

El burdel fue bautizado entonces como “Guadalajara de Noche”. Para entonces las otras hermanas ya se habían sumado al negocio para crecer la “empresa familiar”.



María de Jesús halló un local en León, el cual bautizó como “La Barca de Oro”, pero los lugareños optaron por llamarlo “El Burdel de Las Poquianchis”. El apodo se debe a que el dueño de la cantina que regenteaba María de Jesús era un homosexual conocido con ese mote.

A mediados de enero de 1964 fue cuando Catalina Ortega se las arregló para escapar y llegó hasta donde su madre, Virginia Martínez de Ortega, quien pidió la intervención de la policía. Uniformados y judiciales arribaron primero al burdel “Guadalajara de Noche”, en San Francisco del Rincón, y en seguida al rancho Loma del Ángel. Ahí rescataron a 12 mujeres. Periodistas y agentes no daban crédito a lo que sus ojos miraban. Las damas hablaron del sufrimiento que enfrentaron.

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El 14 de enero de ese año se destapó la cloaca de “Las Poquianchis”. La ley les cayó en su burdel de San Francisco del Rincón. La policía encontró cuando menos diez cuerpos sepultados y varios fetos.

Se calculó que “Las Poquianchis” eran culpables, por lo menos de 30 muertes, 20 inhumaciones clandestinas y del secuestro de 100 mujeres.

El juicio, tanto en San Francisco del Rincón, como en León, fue un espectáculo en el que las acusadas fueron insultadas y hasta hubo intentos de linchamiento.

Delfina y María de Jesús fueron sentenciadas a 40 años de prisión. Las hermanas fueron recluidas en una cárcel de Irapuato, donde en una remodelación del penal, Delfina recibió un golpazo en el cráneo al caer accidentalmente un bote de hojalata con 30 kilos de mezcla. Su agonía duró 15 días; María de Jesús pasó muchos años en la prisión y se dice que salió libre ya muy vieja y se perdió en el anonimato. Carmen murió de cáncer antes que se desatara el escándalo. A María Luisa la enviaron a prisión a Guanajuato y allí enloqueció por sus temores a ser linchada.

Así, a muchos años de distancia, queda el triste recuerdo y testimonio de las víctimas, registrado en nuestros archivos policiacos como uno de los casos más espeluznantes de la historia del crimen en México.

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