/ viernes 14 de julio de 2023

La palabra lastima

La palabra es el signo que mejor identifica al ser humano, la única especie que habla. No me vengan a argumentar con el papagayo, loro o cualquier otra mascota bien adiestrada, ellos apenas repiten los sonidos que escuchan. No son capaces de articular un pensamiento, haciendo uso de esta yuxtaposición de sonidos que forman el entendimiento.

En México, en últimos años se viene registrando un fenómeno alarmante. El discurso de “odio”, que separa a las personas en lugar de unirlas. Este discurso machuca. Mucha gente como tú y como yo sabemos cuántas heridas están quedando, heridas causadas por la lengua.

El lenguaje es algo que actúa y puede actuar en contra nuestra. Paradoja, porque somos seres lingüísticos por naturaleza, seres que requieren de la palabra para existir. El insulto es una agresión profunda. Una de las más comunes y primitivas formas de injuria lingüística es la de ser llamado y señalado como algo. Como algo feo, algo sucio, algo que ofende. La lengua tiene un contundente poder de herir y lastimar. Quien es injuriado, recibe un epíteto y se apunta automáticamente como una especia de etiqueta o sello en la frente que le discrimina. Cuando alguien es llamado de algo injurioso, es también por lo tanto menospreciado y humillado.

En su libro “Discurso de Odio”, la autora Judith Butler, examina varios aspectos de este fenómeno. Para ella, el insulto tiene efectos semejantes al dolor físico o a la de una lesión. El ataque verbal representa una bofetada en la cara, el efecto de herida es instantánea. Produce síntomas físicos que incapacitan temporalmente a la víctima o en algunos casos la lesiona de por vida, generando traumas y rencores que difícilmente se sabrán olvidar. De ahí la íntima conexión entre la injuria verbal y la injuria física.

Desafortunadamente aquellos quienes hemos sido ofensores en alguna ocasión, no tenemos noción de que estamos lastimando de esa manera al objetivo de nuestra furia. El problema es que tales injurias no siempre son pronunciadas con una violencia verbal, puede ser una palabra dulce, pero con la capa de hiel que alcanzará la sensibilidad del otro, dejándolo sin acción.

¡Vaya que es poderosa la palabra! No tengo la menor duda que como humanidad algún día llegaremos a dominar el arte de servirse de ella apenas para beneficiar, para enaltecer el espíritu propio y del prójimo, mientras tanto debemos despertar y salir de las profundidades del discurso de odio en la que nos estamos sumergiendo.

Y no caigamos en señalar como culpable a una persona o corriente en específico, los culpables de esa oscuridad en la que nos permitimos convivir somos únicamente nosotros mismos, nadie más tiene la responsabilidad del malestar y profunda decepción que estamos causando a quienes mas amamos. Seamos capaces pues de modificar los patrones y heridas heredadas, hagámoslo por la persona que tenemos a nuestro lado y quien merece nuestra profunda admiración, amor y devoción, hagámoslo por nuestros hijos, que ya bastante tienen con el mundo complejo al que tocará enfrentarse, hagámoslo por la atmósfera de bonanza económica que México está siendo capaz de atraer y generar, es el mejor momento para evolucionar y adoptar un lenguaje digno que nos permita volver a convertirnos y recuperar el gran imperio que una vez que fuimos.

México está posicionado para sacar un enorme provecho de la recomposición global del comercio. Nos guste del todo o no, existe en el país una atmósfera estable hoy en día que así lo permite, una prudencia fiscal y una economía saludable que está atrayendo la confianza de los inversionistas, generando flujos de capital y una economía fuerte. ¿Hace cuanto que no veíamos una moneda fuerte punteando al resto de divisas extranjeras? No hay ninguna que se esté comportando hoy en día como la nuestra.

Dicho esto, el mayor impedimento para que México alcance su verdadero potencial económico, sin duda, somos nosotros mismos, los mexicanos. No lo permitamos, no permitamos dividirnos, así que seamos cautos e inteligentes con aquello que saldrá de nuestra lengua. Seamos pues seres humanos inspiradores de cambio, respeto y dignos de seguir.

La palabra que lastima llega de manera cruel e invariablemente casi siempre, casi siempre comienza en casa. ¡Hasta la próxima!

Analista empresarial y director regional de Logística y Relaciones Comerciales de Palos Garza

miguel.rivera@palosgarza.com

La palabra es el signo que mejor identifica al ser humano, la única especie que habla. No me vengan a argumentar con el papagayo, loro o cualquier otra mascota bien adiestrada, ellos apenas repiten los sonidos que escuchan. No son capaces de articular un pensamiento, haciendo uso de esta yuxtaposición de sonidos que forman el entendimiento.

En México, en últimos años se viene registrando un fenómeno alarmante. El discurso de “odio”, que separa a las personas en lugar de unirlas. Este discurso machuca. Mucha gente como tú y como yo sabemos cuántas heridas están quedando, heridas causadas por la lengua.

El lenguaje es algo que actúa y puede actuar en contra nuestra. Paradoja, porque somos seres lingüísticos por naturaleza, seres que requieren de la palabra para existir. El insulto es una agresión profunda. Una de las más comunes y primitivas formas de injuria lingüística es la de ser llamado y señalado como algo. Como algo feo, algo sucio, algo que ofende. La lengua tiene un contundente poder de herir y lastimar. Quien es injuriado, recibe un epíteto y se apunta automáticamente como una especia de etiqueta o sello en la frente que le discrimina. Cuando alguien es llamado de algo injurioso, es también por lo tanto menospreciado y humillado.

En su libro “Discurso de Odio”, la autora Judith Butler, examina varios aspectos de este fenómeno. Para ella, el insulto tiene efectos semejantes al dolor físico o a la de una lesión. El ataque verbal representa una bofetada en la cara, el efecto de herida es instantánea. Produce síntomas físicos que incapacitan temporalmente a la víctima o en algunos casos la lesiona de por vida, generando traumas y rencores que difícilmente se sabrán olvidar. De ahí la íntima conexión entre la injuria verbal y la injuria física.

Desafortunadamente aquellos quienes hemos sido ofensores en alguna ocasión, no tenemos noción de que estamos lastimando de esa manera al objetivo de nuestra furia. El problema es que tales injurias no siempre son pronunciadas con una violencia verbal, puede ser una palabra dulce, pero con la capa de hiel que alcanzará la sensibilidad del otro, dejándolo sin acción.

¡Vaya que es poderosa la palabra! No tengo la menor duda que como humanidad algún día llegaremos a dominar el arte de servirse de ella apenas para beneficiar, para enaltecer el espíritu propio y del prójimo, mientras tanto debemos despertar y salir de las profundidades del discurso de odio en la que nos estamos sumergiendo.

Y no caigamos en señalar como culpable a una persona o corriente en específico, los culpables de esa oscuridad en la que nos permitimos convivir somos únicamente nosotros mismos, nadie más tiene la responsabilidad del malestar y profunda decepción que estamos causando a quienes mas amamos. Seamos capaces pues de modificar los patrones y heridas heredadas, hagámoslo por la persona que tenemos a nuestro lado y quien merece nuestra profunda admiración, amor y devoción, hagámoslo por nuestros hijos, que ya bastante tienen con el mundo complejo al que tocará enfrentarse, hagámoslo por la atmósfera de bonanza económica que México está siendo capaz de atraer y generar, es el mejor momento para evolucionar y adoptar un lenguaje digno que nos permita volver a convertirnos y recuperar el gran imperio que una vez que fuimos.

México está posicionado para sacar un enorme provecho de la recomposición global del comercio. Nos guste del todo o no, existe en el país una atmósfera estable hoy en día que así lo permite, una prudencia fiscal y una economía saludable que está atrayendo la confianza de los inversionistas, generando flujos de capital y una economía fuerte. ¿Hace cuanto que no veíamos una moneda fuerte punteando al resto de divisas extranjeras? No hay ninguna que se esté comportando hoy en día como la nuestra.

Dicho esto, el mayor impedimento para que México alcance su verdadero potencial económico, sin duda, somos nosotros mismos, los mexicanos. No lo permitamos, no permitamos dividirnos, así que seamos cautos e inteligentes con aquello que saldrá de nuestra lengua. Seamos pues seres humanos inspiradores de cambio, respeto y dignos de seguir.

La palabra que lastima llega de manera cruel e invariablemente casi siempre, casi siempre comienza en casa. ¡Hasta la próxima!

Analista empresarial y director regional de Logística y Relaciones Comerciales de Palos Garza

miguel.rivera@palosgarza.com