/ viernes 17 de abril de 2020

Músicos del mundo ofrecen su talento para enfrentar el confinamiento

Desde el balcón de sus casas o a través de las redes sociales, músicos de todo el mundo ofrecen sus talentos como un distractor

Con blues, vals, a ritmo de acordeón o canciones clásicas de rock, así es como las personas alrededor del mundo sobreviven al confinamiento por el Covid-19, y encuentran una nueva forma de relacionarse con la música.

En Madrid, la cantante española, Beatriz Berodia, ayuda desde el balcón a ritmo de blues a que sus vecinos se olviden al caer la tarde, al menos por unos instantes, de la epidemia del coronavirus que ha alterado sus vidas y les mantiene encerrados en sus casas.

Una pancarta pegada a la barandilla del balcón dice que acepta sugerencias de canciones a través de la cuenta de Instagram @MUSICBETTA para unos espectáculos que duran una media hora. Desde sus propias ventanas y balcones, los vecinos mueven manos y pies al son de las canciones.

Mientras, en Long Island, en Nueva York, la alegre Here Comes the Sun se expande por el sistema de megafonía en Mount Sinai South Nassau en Oceanside cada vez que un paciente con Covid-19 deja el hospital.

Una enfermera comenta que el éxito de los Beatles de 1969 se toca no sólo cuando los pacientes son dados de alta, sino cada vez que se les quita un respirador para que respiren por sí mismos.

"Las sonrisas volviendo a los rostros. Querida, parece que han pasado años desde que estuviste aquí", suena la canción que George Harrison escribió sobre la renovación tras un largo invierno.

Una dosis diaria a las 4 y media de la tarde de "Call On Me", de la australiana Starley, alegra al personal de uno de los hospitales de Mount Sinai en la ciudad, quienes aplauden cuando dan de alta a sus pacientes con COVID-19 de las sobrepasadas instalaciones abrumadas.

"Algunas personas dirían que aceptan su destino. Bueno, si ese es el destino, entonces encontraremos la forma de eludirlo", canta Starley. "Sabes que puedes llamarme si no puedes evitar que tus lágrimas caigan".

En una habitación de Atenas, Stelios Kerasidis, un pianista griego de siete años, recomienda a las personas que se queden en casa y presenta su última composición, llamada Vals del aislamiento.

"¡Hola chicos! Soy Stelios, también estoy en casa. ¡Seamos un poco más pacientes y pronto saldremos a nadar en el mar!

Les dedico una pieza mía", dice en un video de YouTube antes de tocar una melodía nostálgica e hipnótica.

Y finalmente, en Chile, la música de un acordeón acompaña el baile de los padres de un joven, quien los visita diario para amenizar la cuarentena que cumplen ante la rápida propagación del coronavirus.

En el barrio popular de Hualpén, a unos 430 kilómetros al sur de la capital, Gonzalo Acuña lamenta no poder abrazar a sus progenitores, adultos mayores con enfermedades crónicas, pero argumenta que prefiere no exponerlos.

"Con esta pandemia ellos se han quedado encerraditos. Los hemos dejado así para resguardar su salud y los vengo a acompañar todos los días".

Con blues, vals, a ritmo de acordeón o canciones clásicas de rock, así es como las personas alrededor del mundo sobreviven al confinamiento por el Covid-19, y encuentran una nueva forma de relacionarse con la música.

En Madrid, la cantante española, Beatriz Berodia, ayuda desde el balcón a ritmo de blues a que sus vecinos se olviden al caer la tarde, al menos por unos instantes, de la epidemia del coronavirus que ha alterado sus vidas y les mantiene encerrados en sus casas.

Una pancarta pegada a la barandilla del balcón dice que acepta sugerencias de canciones a través de la cuenta de Instagram @MUSICBETTA para unos espectáculos que duran una media hora. Desde sus propias ventanas y balcones, los vecinos mueven manos y pies al son de las canciones.

Mientras, en Long Island, en Nueva York, la alegre Here Comes the Sun se expande por el sistema de megafonía en Mount Sinai South Nassau en Oceanside cada vez que un paciente con Covid-19 deja el hospital.

Una enfermera comenta que el éxito de los Beatles de 1969 se toca no sólo cuando los pacientes son dados de alta, sino cada vez que se les quita un respirador para que respiren por sí mismos.

"Las sonrisas volviendo a los rostros. Querida, parece que han pasado años desde que estuviste aquí", suena la canción que George Harrison escribió sobre la renovación tras un largo invierno.

Una dosis diaria a las 4 y media de la tarde de "Call On Me", de la australiana Starley, alegra al personal de uno de los hospitales de Mount Sinai en la ciudad, quienes aplauden cuando dan de alta a sus pacientes con COVID-19 de las sobrepasadas instalaciones abrumadas.

"Algunas personas dirían que aceptan su destino. Bueno, si ese es el destino, entonces encontraremos la forma de eludirlo", canta Starley. "Sabes que puedes llamarme si no puedes evitar que tus lágrimas caigan".

En una habitación de Atenas, Stelios Kerasidis, un pianista griego de siete años, recomienda a las personas que se queden en casa y presenta su última composición, llamada Vals del aislamiento.

"¡Hola chicos! Soy Stelios, también estoy en casa. ¡Seamos un poco más pacientes y pronto saldremos a nadar en el mar!

Les dedico una pieza mía", dice en un video de YouTube antes de tocar una melodía nostálgica e hipnótica.

Y finalmente, en Chile, la música de un acordeón acompaña el baile de los padres de un joven, quien los visita diario para amenizar la cuarentena que cumplen ante la rápida propagación del coronavirus.

En el barrio popular de Hualpén, a unos 430 kilómetros al sur de la capital, Gonzalo Acuña lamenta no poder abrazar a sus progenitores, adultos mayores con enfermedades crónicas, pero argumenta que prefiere no exponerlos.

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