/ domingo 25 de febrero de 2018

“La simulación en la política”

No cabe duda que aún continúa vigente el maestro Ignacio Burgoa Orihuela, quien fuera uno de los constitucionalistas más avezados en este tema, pero que en su obra titulada “El jurista y el simulador del derecho” retrata nuestra realidad.

En la obra en comento, se refiere a aquéllos que simulan ser abogados, relata cómo hay algunas personas que fingen o actúan ser abogados, cuando no solo se ocupa estar de Juez sino ser Juez, que es distinto porque no es lo mismo ser que estar, no se ocupa solamente cumplir con los requisitos formales de realizar una carrera profesional y obtener un título para colocarlo sobre una pared, sino que se requiere de un conocimiento y reconocimiento de sus congéneres por su vocación, por caracterizarse de ser estudiosos en la comprensión, análisis e interpretación del Derecho, aquel que simula ser abogado como dice el excelso maestro “los libros no le interesan, su objetivo vital es la obtención de ganancias económicas”. Se alejan de sus ideales y realizan roles alejados de la ética y moral de su profesión.

El anterior comentario me sirve de preámbulo para comentar un poco sobre el fenómeno que hemos conocido en política como los ‘chapulines’, que dicen que son aquéllos que pueden brincar de un partido a otro, o pueden cambiar de color e ideología de la noche a la mañana.

Este asunto lo trataré desde dos aristas, la primera es que desde mi perspectiva, un individuo o ser humano nace libre sin atavismos, y va desarrollándose poco a poco en su formación ideológica, pero constitucionalmente hablando tiene garantizado el libre desarrollo de la personalidad, haciendo hincapié en esto último para comentar qué  se entiende sobre este concepto. Con apego a Derecho la Suprema Corte ha establecido con toda claridad este concepto, como lo dije en supralíneas, por ello como tiene que ver con la dignidad, paso a referirme cómo lo ha establecido:

“DERECHO AL LIBRE DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD. ASPECTOS QUE COMPRENDE. De la dignidad humana, como derecho fundamental superior reconocido por el orden jurídico mexicano, deriva, entre otros derechos personalísimos, el de todo individuo a elegir en forma libre y autónoma su proyecto de vida. Así, acorde a la doctrina y jurisprudencia comparadas, tal derecho es el reconocimiento del Estado sobre la facultad natural de toda persona a ser individualmente como quiere ser, sin coacción ni controles injustificados, con el fin de cumplir las metas u objetivos que se ha fijado, de acuerdo con sus valores, ideas, expectativas, gustos, etc...”.

En esta tesitura, lo considero aplicable porque aunque la anterior tesis se invoca para la disolución matrimonial, no menos cierto es que puede aplicarse para garantizar el libre pensamiento y finalmente cada quien es el arquitecto de su propio destino, y en un momento dado si un político simula y presenta ante sus correligionarios cierta forma de pensar, pero luego resulta que la cambia de una manera ipso facto, entonces, estaremos trayendo a colación al maestro Burgoa cuando define en la obra citada “El jurista y el simulador del derecho”.

Ahora bien, existe una corriente que opina que debe legislarse para que se prohíban estos movimientos políticos, desde mi perspectiva resulta ocioso porque finalmente, lo anterior es un asunto doméstico que corresponde a los partidos políticos porque de otra forma trastocaríamos, como lo he dicho, nuestra Constitución y los Tratados Internacionales al obligar a un ciudadano mexicano al sometimiento de tal o cual ideario político y que renuncie a su derecho de libre pensamiento.

Luego entonces,  este asunto es personalísimo y cuestión de cultura política, por lo que cada asunto deberá de tratarse en lo particular para que aquéllos o aquéllas que hayan dado un rostro, justifiquen ante sus correligionarios  y ¿por qué no?,  ante los electores, el por qué de sus decisiones, porque esto es cuestión de confianza electoral y siguiendo este hilo conductor, me lleva a la segunda arista que quiero analizar en esta columna.

Ya entrando, con más fuerza al asunto de simular, veamos qué nos dice el acervo cultural sobre este tema: “Representar una cosa, fingiendo o  imitando lo que no es”.

En ese sentido, se están dando políticamente asociaciones o transacciones y hasta alianzas entre partidos, que conforme a su programa de acción, principios y doctrina son divergentes entre sí, planteando una unión o alguna alianza se presentan ante los electores que han llegado a acuerdos, lo que desde mi perspectiva deja mucho que desear porque entonces se tiene que renunciar a principios e ideales que han acompañado a sus integrantes durante su vida para que en aras de llegar al poder, éstas sean sacrificadas y dejadas de lado.

Por tanto, hago la siguiente pregunta, ¿en estos momentos los candidatos que presentan los partidos políticos en estas próximas elecciones tienen algún ideario político o un programa de desarrollo social y económico? La respuesta está a flor de piel, en estos momentos casi estoy seguro que será no, además cabe agregar que no distinguimos colores de partido, siglas, ni mucho menos pensamientos filosóficos de los candidatos sino que es una amalgama de chile y de refritos.

Lo cierto es, que usted tendrá la  mejor opinión, pero estas elecciones no se ganarán a través de propaganda, pendones, ni a través de campañas publicitarias en los medios masivos de comunicación. Esta elección del 1 de julio de 2018, es la gran oportunidad de dar un voto de confianza a cambios estructurales que presenten un verdadero proyecto de nación porque finalmente, el voto de cada uno de los mexicanos es libre y secreto  y este debe de ser de acuerdo a la conciencia del libre pensamiento.

galvantorres33@hotmail.com

No cabe duda que aún continúa vigente el maestro Ignacio Burgoa Orihuela, quien fuera uno de los constitucionalistas más avezados en este tema, pero que en su obra titulada “El jurista y el simulador del derecho” retrata nuestra realidad.

En la obra en comento, se refiere a aquéllos que simulan ser abogados, relata cómo hay algunas personas que fingen o actúan ser abogados, cuando no solo se ocupa estar de Juez sino ser Juez, que es distinto porque no es lo mismo ser que estar, no se ocupa solamente cumplir con los requisitos formales de realizar una carrera profesional y obtener un título para colocarlo sobre una pared, sino que se requiere de un conocimiento y reconocimiento de sus congéneres por su vocación, por caracterizarse de ser estudiosos en la comprensión, análisis e interpretación del Derecho, aquel que simula ser abogado como dice el excelso maestro “los libros no le interesan, su objetivo vital es la obtención de ganancias económicas”. Se alejan de sus ideales y realizan roles alejados de la ética y moral de su profesión.

El anterior comentario me sirve de preámbulo para comentar un poco sobre el fenómeno que hemos conocido en política como los ‘chapulines’, que dicen que son aquéllos que pueden brincar de un partido a otro, o pueden cambiar de color e ideología de la noche a la mañana.

Este asunto lo trataré desde dos aristas, la primera es que desde mi perspectiva, un individuo o ser humano nace libre sin atavismos, y va desarrollándose poco a poco en su formación ideológica, pero constitucionalmente hablando tiene garantizado el libre desarrollo de la personalidad, haciendo hincapié en esto último para comentar qué  se entiende sobre este concepto. Con apego a Derecho la Suprema Corte ha establecido con toda claridad este concepto, como lo dije en supralíneas, por ello como tiene que ver con la dignidad, paso a referirme cómo lo ha establecido:

“DERECHO AL LIBRE DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD. ASPECTOS QUE COMPRENDE. De la dignidad humana, como derecho fundamental superior reconocido por el orden jurídico mexicano, deriva, entre otros derechos personalísimos, el de todo individuo a elegir en forma libre y autónoma su proyecto de vida. Así, acorde a la doctrina y jurisprudencia comparadas, tal derecho es el reconocimiento del Estado sobre la facultad natural de toda persona a ser individualmente como quiere ser, sin coacción ni controles injustificados, con el fin de cumplir las metas u objetivos que se ha fijado, de acuerdo con sus valores, ideas, expectativas, gustos, etc...”.

En esta tesitura, lo considero aplicable porque aunque la anterior tesis se invoca para la disolución matrimonial, no menos cierto es que puede aplicarse para garantizar el libre pensamiento y finalmente cada quien es el arquitecto de su propio destino, y en un momento dado si un político simula y presenta ante sus correligionarios cierta forma de pensar, pero luego resulta que la cambia de una manera ipso facto, entonces, estaremos trayendo a colación al maestro Burgoa cuando define en la obra citada “El jurista y el simulador del derecho”.

Ahora bien, existe una corriente que opina que debe legislarse para que se prohíban estos movimientos políticos, desde mi perspectiva resulta ocioso porque finalmente, lo anterior es un asunto doméstico que corresponde a los partidos políticos porque de otra forma trastocaríamos, como lo he dicho, nuestra Constitución y los Tratados Internacionales al obligar a un ciudadano mexicano al sometimiento de tal o cual ideario político y que renuncie a su derecho de libre pensamiento.

Luego entonces,  este asunto es personalísimo y cuestión de cultura política, por lo que cada asunto deberá de tratarse en lo particular para que aquéllos o aquéllas que hayan dado un rostro, justifiquen ante sus correligionarios  y ¿por qué no?,  ante los electores, el por qué de sus decisiones, porque esto es cuestión de confianza electoral y siguiendo este hilo conductor, me lleva a la segunda arista que quiero analizar en esta columna.

Ya entrando, con más fuerza al asunto de simular, veamos qué nos dice el acervo cultural sobre este tema: “Representar una cosa, fingiendo o  imitando lo que no es”.

En ese sentido, se están dando políticamente asociaciones o transacciones y hasta alianzas entre partidos, que conforme a su programa de acción, principios y doctrina son divergentes entre sí, planteando una unión o alguna alianza se presentan ante los electores que han llegado a acuerdos, lo que desde mi perspectiva deja mucho que desear porque entonces se tiene que renunciar a principios e ideales que han acompañado a sus integrantes durante su vida para que en aras de llegar al poder, éstas sean sacrificadas y dejadas de lado.

Por tanto, hago la siguiente pregunta, ¿en estos momentos los candidatos que presentan los partidos políticos en estas próximas elecciones tienen algún ideario político o un programa de desarrollo social y económico? La respuesta está a flor de piel, en estos momentos casi estoy seguro que será no, además cabe agregar que no distinguimos colores de partido, siglas, ni mucho menos pensamientos filosóficos de los candidatos sino que es una amalgama de chile y de refritos.

Lo cierto es, que usted tendrá la  mejor opinión, pero estas elecciones no se ganarán a través de propaganda, pendones, ni a través de campañas publicitarias en los medios masivos de comunicación. Esta elección del 1 de julio de 2018, es la gran oportunidad de dar un voto de confianza a cambios estructurales que presenten un verdadero proyecto de nación porque finalmente, el voto de cada uno de los mexicanos es libre y secreto  y este debe de ser de acuerdo a la conciencia del libre pensamiento.

galvantorres33@hotmail.com